¿Te gusta el teatro? Aquí podrás encontrar toda la información sobre todas las actividades relacionadas con el teatro organizadas por la Universidad Rey Juan Carlos. Bienvenido. Esperamos que lo disfrutes.

Crítica EL NOMBRE: Teatro Maravillas

Un día me llevaron a ver una sala de teatro que habían construido en una vieja iglesia rehabilitada y me llevé a un veterano profesor para que me diera su opinión. Los responsables habían ideado una serie de habilidades técnicas para atenuar el cierto eco pero no lo lograron del todo. Por eso el profesor aquel me dijo: “muy bonito para un Macbeth o un Edipo, pero aquí nunca se podrá representar una comedia de vaso de whisky”. Eso es lo que es exactamente EL NOMBRE. Le Prènom es una comedia de vaso de whisky (ellos dicen de salón, o mejor de saloncito y tresillo) escrita por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte (pongo primero al que sí aparece en wikipedia).

Estos tipos desconocidos en España están muy en boga en Francia y se bebieron tanto éxito como los personajes que elucubraron beben vino del caro (y cuando se acaba, uno más peleón). Así que hicieron una peli que me recomendaron pero no he visto, ya no necesito verla. La peli tuvo más éxito incluso que la obra por lo que se animaron a montarla en España y llamaron a otro dramaturgo muy de moda por aquí para que la adaptara (Jordi Galcerán) tarea que ha debido resultar mucho más difícil de lo esperado porque el texto original estaba lleno de localismos (en España las ancestrales familias judías pegan menos que en el vecino; y un niño llamado Adolfo, aunque solo sea por la “o” final, chirría poco porque nos suena más a Suárez que a Hitler).

A ver si por fin me pongo a hablar de la obra.

LO BUENO. Entras y ves un decorado profuso en exceso y pienso: innecesario. Pero me equivoco, creo que es bastante acertado. EL NOMBRE no es alta comedia, es media, o sea, que trata sobre las cuitas de la clase media. Y todas esas cuitas (aunque no las hayamos vivido exactamente) nos resultan muy cercanas. Los actores están bien todos (alguna en cierto momento arranca merecido aplauso al hacer mutis por la izquierda). La dirección se esmera en cuidar el ritmo que debe ser trepidante y luego menos. El público se ríe con sinceridad (no risas de esas convencionales) y lo hace no pocas veces. Pero los gags (en mi época decíamos “chistes”) no son pretendidos y eso es lo mejor del texto, que te va llevando sin darte cuenta. Todo empieza de forma intrascendente, casi como una broma, y se va enrareciendo, se va amargando la cosa. Y empiezan a decirse verdades. Los que venían a divertirse ahora sufren y la gente de a pie que cuando se sienta en una butaca pasamos a llamarnos público adoramos ver sufrir a otros sobre un escenario. Y nos partimos de risa sobre su estupidez.

El texto es bueno, actual. La escenografía ayuda a definir al anfitrión (observo que es la casa de él, no la de ella, aunque ella sea la responsable). Odias y quieres a los protagonistas. El vestuario de uno, absolutamente inapropiado, aporta una pizca de incomodidad interesante. Todo resulta medido, nada es gratuito. Y nada es pretencioso, simplemente quieren representar una buena obra de teatro y se logra el objetivo. Te hacen reír, te entretienen y te dan que pensar.

LO NO TAN BUENO. El papel está a la medida de Amparo Larrañaga. La actriz tiene tablas como pocas pero no termino de verla en otro tipo de personaje. Jorge Bosch es un estupendo actor pero a veces cae en la tentación de la sobreactuación, como César Camino. Cuando ambos se contienen están mucho mejor. La obra no necesita sobreactuar porque el propio texto te lleva. Antonio Molero es quien me resulta más natural dentro de su comicidad pero no termino de verle como un pejiguero profesor de literatura, no termina de encajarme como un estirado, elitista y miserable (todo dicho de forma moderada sobre el personaje). A lo mejor es que el público en España se hace a un actor por los personajes que representa y Molero suele interpretar a ciudadanos de más humilde ocupación. No sé, no me encajaba del todo.

El comienzo narrado como si fuera cine me pareció innecesario. Luego supe que con ese comienzo el director (Gabriel Olivares) quería familiarizarnos con ese lenguaje que volverá a emplear de forma más decisiva. La obra va a más y en el epílogo (tan integrado que parece algo más) eché de menos una última carcajada, un final resuelto, una guinda, un ahhhh, como cuando vemos la última palmera multicolor de una sesión de fuegos artificiales.

No necesito deciros que vayáis a verla, es una de esas obras que atrae al público de todas las procedencias y edades (los viejos y los jóvenes, los cultos y los ramplones, los iniciados y los neófitos) sin casi proponérselo, sin casi hacer publicidad. Ya veréis como está muchos meses (y si no, es que se han ido de gira pero volverán, como El Crédito). Pero aprovechad ahora, que las entradas están tiradas (si encontráis porque van a lleno diario). Una inmejorable relación calidad precio para una tarde de ocio en la gran ciudad.


Víctor Mendoza

No hay comentarios: